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Al Junior, los rivales y los árbitros, ya lo tienen medido

Análisis de las debilidades y falecencias del equipo ‘tiburón’.

En el frío análisis de los 90 minutos de juego que nos dieron Junior y Chicó Boyacá, y tomando como base la trayectoria cumplida por el cuadro rojiblanco en este torneo del primer semestre, nos atrevemos a desglosar algunas consideraciones del por qué “Los Tiburones” no han podido  consolidarse en el liderato que ostentó en algunas fechas.

Son varios los aspectos que hemos venido estudiando sobre tales razones en el que el cuadro de Alexis Mendoza se muestra por momentos como el de mejor fútbol y en otros como un equipo falto de espíritu. En ese orden de ideas debemos comenzar haciendo recorderís.

1.La falta de gol. Desde antes de comenzar el campeonato el técnico, Mendoza manifestó su preocupación al no contar con un goleador. Si bien Ovelar tuvo un buen remate en el torneo pasado y se mostró como hombre de anotaciones, no solo con  él Junior daría solución a la falta de gol. Entre otras cosas porque el  segundo atacante Edison Toloza no fue ni es el jugador de confianza en el que se  pueda pensar va a resolver el problema. Toloza puede generar una y otra acción de riesgo, pero como definidor parece de otro mundo. Las muestras son evidentes y no hace falta recordarlas.

2.Junior no tiene un volante creativo capaz de sustentar la vocación de los atacantes. Si bien  en Vladimir Hernández se centraron muchas esperanzas, aún no está consolidado como el 10 que pueda surtir con alto porcentaje. Y aunque se muestra como la gran figura del equipo, su vocación de atacante le obliga a ocupar posiciones que le corresponderían al delantero que le sigue faltando al onceno. 

3. El compañero de fórmula, Jarlan Barrera quien fue anunciado como la gran revelación y como el sucesor de Giovany Hernández, apenas está calzándose los guayos. Si bien es indiscutible su capacidad técnica y manejo del balón, su  poca vocación de sacrificio y su falta de ubicación en la cancha le resta mucho protagonismo. Además luce muy pasivo, y, como valor agregado-lo dicen muchos-se cree el crack que aún no alcanza ser.

 4. Junior carece de un verdadero líder. Sebastián Viera por su experiencia y su trayectoria es el distinguido por el cuerpo técnico como el capitán. Pero Viera, tal vez por su posición en la cancha, lejos de sus compañeros o quizás por su forma de ser, luce parco, tímido quizás. No es el líder que grite y manotee o corrija a sus compañeros en los errores; no les imprime carácter y eso en el fútbol es primordial para imprimir verraquera en los momentos adversos especialmente.

 5-El cuerpo técnico del equipo es muy pasivo. Demasiado creemos nosotros. Alexis Mendoza, todo un caballero, está lejos de la actualidad de los hoy directores de clubes. Esos que gritan, que van de un lado a otro, que despliegan energía en todo momento. Alexis por el contrario luce pensativo en demasía, no  se le escucha un grito ni quema energías yendo de un lado a otro. Y sus compañeros Carlos Araújo y Víctor Pacheco, igualmente prefieren quedarse en la banca técnica que salir a la línea a dar indicaciones.

Todo esto  complace a los equipos rivales y a los propios árbitros que no encuentran resistencia  a sus decisiones. Y de esa misma manera, los jugadores parecen contagiarse y se muestran pasivos y sin aptitud de guerreros.

En este orden de ideas, vemos que Junior en la cancha se convierte en un equipo al que le interesa  tocar bien el balón y mostrar talento pero sin la agresividad que demandan los que tienen jerarquía. ¿Cómo es posible, me decía un colega en el estadio, que Junior se deje manosear por  rivales que ocupan los últimos lugares como El Pasto y el Boyacá?

-Los rivales lo tienen bien estudiado. Y saben-respondíamos- que si lo aprietan en la cancha, si lo presionan, le cortan las ideas.  Así que cuando llegan al Estadio Roberto Meléndez, el visitante va al anticipo, va a la marca y a la presión, cortándole entonces las ideas y restándole posibilidades, tal como sucedió con Boyacá Chicó, con Nacional y con todo el que llega a Barranquilla.

A todo ello hay que agregar la idea equivocada del Junior de “regalar” siempre los primeros 45 minutos. El equipo sale frío al campo, tocando demasiado en la media cancha hacia atrás y sin profundizar en el frente. Tal vez reservándose en energía.  Cuando debería ser lo contrario. Atacar desde el inicio para hacerle sentir al contrario el peso futbolístico sumado a las condiciones climáticas que deben ser favorables a los de casa y no a los visitantes.

Y como colofón de todo esto, aparecen las actuaciones de los árbitros que le designan al equipo rojiblanco no solo cuando juega en plazas ajenas. Ahora y desde hace ya bastante rato, a Barranquilla nos envían árbitros que, no es que desconozcan el reglamento, sino que tienen espíritu perverso. Árbitros que aplica ley del embudo. Señalando todas las faltas por mínimas que sean a los rojiblanco y pasando por alto otras y peores en contra de los “Tiburones”.

Pasó con el árbitro del partido frente al Boyacá Chicó, pasó con el juez del juego frente al Once Caldas y pasó con el señor Pontón en el juego frente al Nacional. No son excusas, ni pretextos que se esgrimen para justificar resultados adversos. Son  realidades históricas que enmarcan la  malquerencia arbitral contra el equipo caribeño. Desde los tiempos de reaparición  en la década de los sesenta con Mario Canessa, Omar Delgado, José Joaquín Torres y Chato Velásquez entre tantos. Quisieron ser los protagonistas y mostrarle al país que no le tenían miedo a nada ni a nadie en Barranquilla.

Consideraciones heredadas por quienes sucedieron a aquellos jueces y que, igual que antes, se sigue aplicando al Junior-repetimos-no por falta de conocimiento de las normas y reglas- sino lo que es peor, por perversidad  rayante contra el club rojiblanco.  En ese sentido corresponde a los directivos alzar la voz y denunciar públicamente esa perversidad aunque haya sanciones y multas económicas, pero decirle y mostrarle a  todo el país la manera como se maneja el fútbol en Colombia.

Lo dijo ‘El Pibe’ recientemente, recordando lo que es ya una costumbre histórica contra Junior: “Ojo que se acercan las finales y al Junior siempre le cargan”. No son necedades, son realidades cumplidas. No ya en el pasado con Omar Delgado quitándole un título (1970) frente al Cali; sino en tiempos presentes como el del 2003 ante el Caldas o el de 2015 frente a Nacional con Oscar Julián Ruiz, Imel Machado etc.

Esperemos que en el equipo se corrijan situaciones de orden táctico por parte del cuerpo técnico y jugadores. Y de orden administrativo por parte de los directivos. Solo así podremos seguir creyendo en la consecución de un nuevo título. De lo contrario tendremos que conformarnos con segundas posiciones. ¡Estamos a tiempo señores!   

 

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